Como todos los dias, escucho un estruendo tremendo, es el "cañonazo" desde el Hacho, como es levante se escucha mejor que nunca y hace vibrar los cristales de las ventanas, ¿¿Mamá que hora es?? ¡¡las doce!! ¿¿no has escuchado el cañonazo??, me voy corriendo a la puerta del Hospital Militar para esperar a Juan con el carro, ¡¡ten cuidado!! no te pongas en el filo y te caigas como el chiquillo que se cayó ayer.
Salgo de la casa y me voy corriendo hacia la puerta del Hospital, alli me encuentro con varios niños y niñas de los alrededores esperando, nos ponemos en fila conforme llegamos, para cuando llegue el carro saber en que orden nos teniamos que subir, después de un rato estabamos desesperados porque no veiamos aparecer a Juan con el carro, hoy estaba tardando mucho, algunos nos distraiamos mirando las fichas que habiamos conseguido en los bares, los trompos que nos habiamos comprado en el kiosko de Gonzalo y las canicas del kiosko de Tocino, cuando de pronto alguien dijo:
¡¡Ahi viene Juan con el Carro!!, llegaba muy lento porque venia muy cargado con muchas cajas, Juan tiraba de una palanca para poder frenar el carro porque Carmelo (el burro) no podia aguantar el carro porque se resbalaba por la cuesta abajo, ¡¡Venga ponerse por detrás para aguantar!! nos gritaba Juan a todos los que estabamos esperando, corrimos para ponernos por detrás y tirar para poder frenar el carro. Cuando llegó a la puerta del puesto de Encarna, empezamos todos a descargar las cajas de frutas y verduras que habia en el carro y trasladarlo al interior del puesto.
Juan nos miraba a todos los chiquillos como acarreabamos todos los productos que habia traido del mercado central y decia en voz alta: ¡¡el que no ayude no lo monto en el carro!!, una vez que el carro estaba vacio, corrimos todos para coger el mejor sitio, mientras que Juan a pie junto al burro le decia: ¡¡Anda Carmelo vamos a darle un paseito a los niños!!, nos dió un paseito por la calle Terraplen y al finalizar entró por el callejón que hay por detrás de la carpinteria, cuando llegamos Juan nos ayudó a bajarnos del carro, todos los niños salieron corriendo gritando de alegria por el paseito que se habian dado en el carro.
Yo Mismo me quedé como siempre para ayudarle a Juan a desenganchar a Carmelo, se le notaba que venia cansado y cojeaba un poco de una pata, Juan se acercó le levantó la pata y comentó: ¡¡mañana hay que llevarlo para que le pongan una herradura!!, llevé el burro a un rincón del patio donde tenia un abrevadero y paja donde Carmelo se echaba a descansar, es un burro muy noble y agradecido cuando veia que alguien lo trataba bien.
Cuando ya terminé de ayudarle, me iba a despedir y Juan me dijo: Joaquinito ¿¿te quieres venir mañana al herrero?? ¿¿puedo ir?? le pregunté y me contestó. ¡¡Si, pero vé a pedirle permiso a tu Madre!!.
Me volví loco de contento fuí corriendo a decirselo a mi Madre, pero me dijo que esperara a que llegara mi Padre, al cabo de un rato llegó y me dijo he estado hablando con Juan y me ha dicho que te quiere llevar a herrar el burro, mi Padre se me quedó mirando muy fijamente y me dijo, ¡¡te voy a dejar!!pero no te retires ni un momento de Juan y haces todo lo que el te diga ¿¿te estás enterando?? ¡¡si papá!!.
A las ocho de la mañana entraba por el patio que tenia Juan por detrás de la carpinteria, ya estaba preparando a Carmelo y poniendole una manta por encima y colocandole las riendas, pensaba que le iba a enganchar el carro pero no lo hizo y le pregunté. ¿¿Juan por que no le engancha usted el carro?? porque solo lo vamos a llevar a ponerle las dos herraduras de atrás y mañana iré con el carro a comprar.
¡¡Subete arriba!! ¿¿queee?? sin pensarselo dos veces me cogió en peso y me montó encima de Carmelo, notaba que el animal se sentia feliz de tenerme arriba, a pesar de que cojeaba un poco, Juan cogió las riendas y el animal empezó a andar lentamente para subir la cuesta del Morro, era como si se diera cuenta que iba a ir al médico.
Al llegar al Morro entramos por un callejón muy raro, era la primera vez que entraba por esa calle, habia unas murallas muy altas, como Juan me veia que estaba asombrado de aquello, me dijo: eso son los muros del campo de futbol, justo debajo de aquellos muros tan altos estaban los herreros que iban a curar a Carmelo, habia una pared con muchas anillas donde habia enganchados algunos burros y caballos, Juan engancho a Carmelo a una anilla,habló algo con los herreros y nos apartamos un poco, entonces le pregunté a Juan ¿¿qué le van hacer??, ¡¡pues ahora lo verás!! le van a quitar esas herraduras viejas y le van a poner otras nuevas, ¿¿y con eso se le quita la cojera?? ¡¡Pues claro, ya lo verás!!.
Los herreros cogieron una pata del burro y con un martillo y unas tenazas grandes empezaron a quitarle una herradura, Yo Mismo estaba sufriendo porque le estaban haciendo daño, me puse por delante para verle la cara a Carmelo y acariciarlo, me miraba y entonces me di cuenta que estaba tranquilo y feliz, porque lo estaban curando, mientras que un herrero empezó a calentar una herradura nueva al fuego en un aparato que le decian fragua, el otro hombre empezó a limpiarle las pezuñas y lo mismo hicieron con la otra pata.
Después de unas horas los herreros acabaron de ponerles las herraduras a Carmelo, Juan me cogió en peso y me volvió a subir a lomos del burro, se le notaba que ya no cojeaba, cuando bajabamos por la cuesta del Morro hacia la calle Terraplen, todos los niños me miraban con ojos de envidia y Yo Mismo iba derecho como si fuera un rey a lomos de Carmelo.
Cuando llegamos al patio Juan me bajó del burro y me dijo ¡¡toma las riendas y lo dejas amarrado, le echas agua en el bidón y paja, ¿¿te gustaria venir un dia en el carro para hacer la compra?? ¡¡Siiii!!, salí corriendo para contarle a mi Madre todo lo que habia ocurrido.
¡¡Sueño con ir otra vez en el Carro de Juan!!
¡¡Subete arriba!! ¿¿queee?? sin pensarselo dos veces me cogió en peso y me montó encima de Carmelo, notaba que el animal se sentia feliz de tenerme arriba, a pesar de que cojeaba un poco, Juan cogió las riendas y el animal empezó a andar lentamente para subir la cuesta del Morro, era como si se diera cuenta que iba a ir al médico.
Al llegar al Morro entramos por un callejón muy raro, era la primera vez que entraba por esa calle, habia unas murallas muy altas, como Juan me veia que estaba asombrado de aquello, me dijo: eso son los muros del campo de futbol, justo debajo de aquellos muros tan altos estaban los herreros que iban a curar a Carmelo, habia una pared con muchas anillas donde habia enganchados algunos burros y caballos, Juan engancho a Carmelo a una anilla,habló algo con los herreros y nos apartamos un poco, entonces le pregunté a Juan ¿¿qué le van hacer??, ¡¡pues ahora lo verás!! le van a quitar esas herraduras viejas y le van a poner otras nuevas, ¿¿y con eso se le quita la cojera?? ¡¡Pues claro, ya lo verás!!.
Los herreros cogieron una pata del burro y con un martillo y unas tenazas grandes empezaron a quitarle una herradura, Yo Mismo estaba sufriendo porque le estaban haciendo daño, me puse por delante para verle la cara a Carmelo y acariciarlo, me miraba y entonces me di cuenta que estaba tranquilo y feliz, porque lo estaban curando, mientras que un herrero empezó a calentar una herradura nueva al fuego en un aparato que le decian fragua, el otro hombre empezó a limpiarle las pezuñas y lo mismo hicieron con la otra pata.
Después de unas horas los herreros acabaron de ponerles las herraduras a Carmelo, Juan me cogió en peso y me volvió a subir a lomos del burro, se le notaba que ya no cojeaba, cuando bajabamos por la cuesta del Morro hacia la calle Terraplen, todos los niños me miraban con ojos de envidia y Yo Mismo iba derecho como si fuera un rey a lomos de Carmelo.
Cuando llegamos al patio Juan me bajó del burro y me dijo ¡¡toma las riendas y lo dejas amarrado, le echas agua en el bidón y paja, ¿¿te gustaria venir un dia en el carro para hacer la compra?? ¡¡Siiii!!, salí corriendo para contarle a mi Madre todo lo que habia ocurrido.
¡¡Sueño con ir otra vez en el Carro de Juan!!
11 comentarios:
joaquin,muy bonito relato,yo alguna vez tambien subi al carro de juan y era una gozada,algunas veces lo esperaba mas arriba y era el primero que me subia,Espero con ansiedad la segunda parte del relato,porque espero que la tenga como lo pasaste haciendo la compra,abrazos.
Da gusto leer las cosas que te ocurrieron cuando eras chiquitito, porque me transporta rapidamente a mi niñez y coincido la mayoria de las cosas contigo y con todos los detalles, nací en el Morro y correteé todo O´Donnell y tambien me subi alguna que otra vez en el carro de Juan, tambien conocí los herreros que habia justo donde estaba la entrada de los vestuarios del campo de futbol. gracias por volverme durante un rato a mi niñez.
mira Joaquin, yo esas cosas no las vivia, pero me encanta que te lo pasaras tan fenomenal. De todas formas, ya sabes que me encanta leer tus historia, porque nos haces volver a esa época tan bonita que hemos vivido y la ilusion que nos daba con cualquier vivencia de las que teníamos antes y que felices eramos
Gracias a ustedes, es un placer compartir vivencias mias durante mis mejores años de inocencia, pues coincidimos en la mayoria de las cosas. ¡¡Con qué poco nos conformabamos!!
Es una gozada leerte Yo Mismo, porque nos hace revivir tiempos que ya estaba en el almacén de nuestro cerebro, ahora lo estoy desempolvando por culpa tuya, jejejjejeje Besos.
Muy bonito y tierno este nuevo relato Yo Mismo, sabes que tienes a un montón de gente enganchada, empezando por mi.Besos.
Joaquin,estoy usando un ordenador prestado por mi hija,no me he dado cuenta que ha salido el logo del trabajo de mi hija.Besos Nina.
Yo fui uno de esos niños que se subieron al carro de Juan, ese hombre bonachón picado de viruela y tocado con su mascota, pero con la diferencia de que fue antes de que el carro fuese tirado por Carmelo, ya que antes que él era Carmela. A diario tambien me montaba a lomos de Carmela que aparejada con corvas en las que se ponian los cubos con desperdicios para los cerdos, Juan acompañado de mi abuelo, tambien se llamaba Juan, iban a las porquerizas (cochineras) que estaban en la Almadraba en el monte a llevarles la comida. Con tu relato me has trasladado a los años 50 con unos recuerdos que estaban escondidos dentro de mi y que gracias a ti han aflorado como las aguas de un manantial.
Hola Joaquín
Hace algunos días, leí tu historia de "el carro de Juan",e intuí de quienes eran los que aparecían en él. Mi padre ya me ha confirmado que efectivamente Juan y Encarna no era otros que mis abuelos. Yo no tuve la suerte, de tener la oportunidad de que mi abuelo me paseara a lomo de sus animales de tiro, según mi padre tuvo varios, pero desde luego ya me emocioné y llegué a transportarme a esa época gracias a tus palabras, de las que no hay suficientes para agradecerte ese rato que he pasado. Un abrazo.
Joaquin me has emocionado con la historia de mi abuelo Juan y mi abuela Encarna. Todos los que me han comentado sobre ellos siempre me dijeron que eran buenisimas personas. De mi abuela Encarna si que tengo algunos recuerdos, aunque de muy pequeño y si que puedo decir que era muy buena. pero a mi abuelo Juan no tuve la oportunidad de conocerlo y este relato me ha confirmado la bondad y su capacidad para con tan poco hacer felices a todos los niños. y en concreto hacer cumplir el sueño de uno en particular. El tuyo mismo. Por cierto el burro carmelo no se si sera el mismo que cuando vivia en el centenero , acarreaba los kilos de carbon, ya que esa era a lo que se dedicaba mi abuelo Juan. carbonero. Muchas gracias de CORAZON
Muchas gracias a tod@s por vuestras visitas y comentarios, especialmente para Jose Luis y Pablo, porque son los nietos de Juan y les ha hecho mucha ilusión ver esta historia de un tiempo de mi vida y la relación que tuve con su Abuelo, todavia queda una parte que la tengo en el "horno", Un abrazo para los dos.
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